Tengo el corazón destrozado. Estas tres vidas en una sola me han cambiado de forma irremediable. Sin embargo sigo siendo una guerrera, así que me puse en pie, recogí mis pedazos y traté de seguir adelante.
Creo que con cada historia de amor, me encontré más conmigo misma, pero también perdí cosas que sólo pude valuar cuando ya las tenía perdidas.
Nunca le puse atención a mi inocencia, de hecho traté de hacerla pedazos lo más rápido posible, para poder madurar a una cosa distinta. Permití que muchos me hicieran daño y yo misma me desgarré cuando había que hacerlo y pensé que si me abrazaba al dolor y negaba las lágrimas, entonces yo me haría más fuerte.
No me di cuenta que el alma sólo puede quemarse hasta cierto punto. Jamás noté que la verdadera muerte, incluso si resucitas, te dejará con este inconmensurable vacío y tantos agujeros helados.
No vivo amargada ni me peleo con el mundo, pero mi yo sigue rasgado. Tengo un poder en el mundo y una comprensión profunda de las cosas que no todos tienen pero el precio ha sido alto: no confío en los demás. Y aún debo trabajar hondamente en la confianza en mí misma.
No creo haberme equivocado al amar pero yo sé que con cada historia el aprendizaje se volvió más duro y la última flecha, en realidad la última espada, al corazón, quebró algo fundamental en mi naturaleza.
El gato gris no pudo curar eso. Me amó y lo amé y estuvo bien y lo agradezco pero el que estuvo detrás es una marca que no cura con el tiempo.
Esa persona que me enseñó a odiar después de haberme ayudado a curar por tanto tiempo... No hubo contacto físico y sin embargo destruyó lo poco que quedaba de la inocencia que ahora añoro, que ahora pienso que tenía su valor.
Sigo siendo íntegra y valerosa. Hay en mí dignidad y principios. Detuve mi transformación a un monstruo.
Pero la fiera mirada de animal herido sigue ahí, latente, en mis sombras más encarnadas. Un grito silencioso que sólo los sordos pueden oír. Me he dicho muchas veces que no mire hacía atrás para que no me consuma el abismo, pero el eco de su ausencia-presencia todavía repercute en mi futuro.
El karma existe, la compensación existe y yo no he dicho todavía lo que escondieron mis aullidos de dolor. Era una persona la que murió aquella vez y el hecho de que me volvieran a rehacer no significa que el daño no se hizo.
Él está en deuda. Y yo no pasaré el resto de mis días en ese silencio opresivo y lleno de palabras sin decir que me ahoga cuando nadie me ve.
Y así como el primero pagó con anhelo y necesidad lo que la soberbia y la cobardía lo orillaron a hacer, él pagará por la ceguera y soberbia de su espíritu.
Me lo debes. Y una Escorpio, incluso escondida, siempre colecta sus deudas.